miércoles, 12 de junio de 2013

Pablo Ballesteros

Por la mañana hace 10 kilómetros marcha y se cruza con una señora que le dice: "¡Eeeeestos huevos están crudos!" Le guiña el ojo, levanta las cejas muy intensamente (estas dos acciones por separado, tras muchos fracasos). No es una señora.

Aparte, toca la guitarra. Pasa la palma de la mano por el mástil, la caja, las cuerdas. Acerca la oreja, luego la nariz. Se embriaga de ese aroma algo más agradable que el de la moneda manida. Parpadea muy rápido con la boca abierta mirando al techo, extasiado. Y entonces maúlla. Maúlla muy mal, como un actor español. Otra cosa que le gusta hacer es morder una fregona como perro rabioso, sacudiendo la cabeza en vaivenes bruscos, y tocar la flauta a la vez. Realmente, hacer, hace lo que puede.

Se gana la vida saboteando a multinacionales, contratado por unas para atacar a otras. Es un hacker. Su modus operandi consiste en entrar a los servidores del correo electrónico y marcar como leídos correos que no lo están y cambiarles a otros las etiquetas de prioridad. Es harto difícil calcular los daños que puede ocasionar a los peces gordos, pero en 30 años no lo han pillado, quizá porque siempre paga en metálico. Es un tío grande, le gustan las antípodas. 

Con eso y una vuelta al perro, pues ya ha echado el día.

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