a las cejas porque me van a salir mariposas.
Sra., tiene usted dos orugas, me dice,
aféitese el pecho, aféitese las pistolas.
Todos sabemos
que la felicidad
es una bandera
gris oscura
pero el remedio para el temor, mi’ja,
no son dos rayas tatuadas en la frente
ni las caricias de una navaja.
Es el hambre
que tiembla ocre
en tu rostro
y el desierto
que cojea
en tu mirada.
Aunque lo omitimos en tus libros, mi’ja,
para que crezcas temeraria e insegura,
las hazañas humanas no son más
que periferias salvajes y crudas.
Mas claro
que deseo
ser escueta,
tal lienzo
que el tiempo
ni las caricias de una navaja.
Es el hambre
que tiembla ocre
en tu rostro
y el desierto
que cojea
en tu mirada.
Aunque lo omitimos en tus libros, mi’ja,
para que crezcas temeraria e insegura,
las hazañas humanas no son más
que periferias salvajes y crudas.
Mas claro
que deseo
ser escueta,
tal lienzo
que el tiempo
me rechaza.
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