lunes, 27 de mayo de 2013

Las caras de la moneda

  Joe Schimmel es un hombre preocupado por la salud mental de la juventud. Por la nefasta influencia del rock en las mentes de púberes moldeables. Por los mensajes subliminales que grupos como Judas Priest incrustan diabólicamente en sus letras con el objetivo de atraerles bajo su ala negra de frenesí y decisiones equivocadas. Schimmel se afeita cada mañana y tiene un tupé maravilloso, una función matemática muy bella curva su flequillo enlacado. Vean:


  Schimmel confeccionó en su sótano un rockumental cristiano en el que analizaba y vituperaba sin filtro a ciertos conjuntos de música rock. Una televisión de tubo, un vídeo-grabador y una cámara de vídeo de mano formaban todo su equipo cinematográfico. Hizo un trabajo loable, teniendo en cuenta el tema escogido y sus limitados medios. No obstante, lo que genuinamente honra a Schimmel es la imagen que cruza su mente (de un lado a otro, formando una película perenne de un solo fotograma repetido ad infinitum). Es la de James Vance. Víctima de una proposición subliminal repetida incesantemente por Rob Halford, cantante del mencionado grupo herético, que decía a lo largo del disco Do it! Do it! Do it! 
Al pobre James Vance


no se le ocurrió otra cosa que sellar un pacto con su difunto amigo (difunto ahora; el pacto lo sellaron ambos bien vivos) y volarse el cráneo con una escopeta. Ray Belknap, el amigo, atinó de lleno y se desplomó con la testa como un solar. Vance vaciló al apretar el gatillo y solamente se dio de refilón; quedó tal que así:


  Su rostro se paseó como una flor pasajera por la televisión americana con una insistencia y una crudeza antes desconocidas, que contrastó fuertemente con la extraña y culpable risa floja que a algunos desalmados les provocaba escucharle hablar cada vez que le entrevistaban. Culpaban él y su madre duramente a los británicos Judas P., que fueron juzgados en EE. UU. y declarados inocentes, si no me equivoco.

   Así las cosas, Vance murió dos años después de su suicidio satánico fallido por problemas con las drogas.

2 comentarios:

  1. Conocía Schimmel cuando aún era un buen muchacho. Me ayudó durante meses a construir aquel Buick Roadmaster del 49 que hicimos entre James, Pete, McPettard y yo. No paraba de llamarme "Mr. Little, Mr. Little", aunque entonces me molestaba un poco reconozco que tenía gracia.
    No era ningún genio, pero no parecía que tuviera mal corazón. Lo siento mucho por él, por todo lo que ha pasado. Espero que encuentre aquello que buscaba.

    ResponderEliminar
  2. Querido Mr. Lytle, hasta donde yo sé, el bueno de Joe sigue su cruzada particular, ahora enfocada a los mensajes subliminales de contenido sexual que encierran los anuncios de Pepsi y Coca cola. Folla a pelo eventualmente con la madre del difunto y concentrado Vance.

    ResponderEliminar